viernes, 2 de mayo de 2008

36 euros

Voy a contar una historia. Todo fue por 36 euros. Ni más ni menos. El otro día - digo el otro día, pero fue hace meses – fui a ayudar a mi hermana con la mudanza. Estaba en medio de la casa, en zapatillas. Parecía Howard Hughues en su última etapa. La cuestión es que eran pocas cajas, pero me iba a costar lo mío hacerlo por la mañana. Y claro, tenía que ser por la mañana. El camión pasaba por la mañana. Pasé la noche allí y no recuerdo soñar con nada de nada. Por la mañana bajé esas malditas cajas y me fui a Plaza de Castilla, a coger el autobús que lleva a Sogecable, para poder servirles canapés a todos esos ricos. Olvidemos lo de las cajas, lo importante es esto:

Hacía un frío de mil demonios, llovía, y esperé unos diez minutos a Luis, acurrucado bajo el techo de la parada del 714, aquel que lleva parte de esas hermosas mujeres a la Autónoma. Intento leer un libro para entrar en calor, pero nada. Veo por le rabillo del ojo asomarse las piernas de varias chicas que alejan la lluvia al caminar. Las bellas y anónimas chicas de Plaza de Castilla. Pasan, solo pasan. Las bellas y anónimas chicas del mundo. Qué pequeño me sentía metido en mi abrigo húmedo - o es que era demasiado grande. Cómo me molestaba el pelo, bajo el sombrero. Entonces vi las piernas de Luis acercándose y me levanté a darle un abrazo, como siempre hacíamos. “–Vámonos de aquí. Sácame de aquí.”
Cogemos el autobús hacia nuestros 36 euros. 36 pocos de euros. Lo que hay que hacer para ganarse unos pocos de euros. El bus se habría paso entre la grisura y hablábamos de lo de siempre: conquistar el mundo. De momento teníamos que llegar hasta la puerta.
Nos bajamos del autobús y empezó a nevar. Eso es porque nunca va uno lo suficientemente abrigado. Las tiendas de ropa deben de configurarlo de esa forma. Para que nunca tengas la combinación perfecta contra la tristeza. Las pelotas de nieve me caían torpemente por la cara y me deformaban el sombrero.
Llegamos pronto hasta la puerta. 36 euros. Pasamos la entrada, y créeme, eso es lo más cerca que habremos estado del otro lado. En total unos 5 minutos. Tuvieron que ser 5 minutos. Ahora lo entenderás.
Metidos en la puerta giratoria, me da vueltas la cabeza al ver mujeres hermosas sentadas como si no supieran que ahí fuera está nevando, ahí fuera hace un frío sin color, y alguien se va a morir, algún día ellas mismas se van a morir. Como si no vieran que mi sombrero está deformado por 36 euros.
“- Volved a la caverna. Dice el de seguridad, esto son solo personas, volved a las sombras proyectadas. Os convienen mucho más.” “-¿Y dónde está la otra entrada? Dice Luis.” Esta parece ser la entrada. Ambos sabemos que lo es. Joder, no pueden disimularlo. Ni siquiera quieren. La chica guapa se ríe. Han puesto a un guardia de seguridad para que la chica guapa se ría. Lo han puesto para decirnos que los 36 se consiguen entrando por otro lado. El está de pie en su disfraz de guardia, convenciéndose de que no es por dinero, es por seguridad. “-Entrad por la otra puerta”.
No hay nada más impersonal que una puerta de personal. Tenías que dar la vuelta y entrar por el ano. “-Veréis, es que esto es la boca, imbéciles”
Así que dimos la vuelta. Luis me dice que dicen que el final de la boca es el ano. Y el que quiere entender que entienda. Así que damos la vuelta, toda la vuelta al edificio. Me quito el sombrero. Toda la vuelta bajo la nieve mosqueada que me está jodiendo el sombrero.
Contorneamos el edificio a pie. Por fuera. Había una chica riendo bajo vigilancia. Cuidado: va a comer la boca, el ano se prepara. Se calienta el proyector, empiezan las sombras a vestirse.

Así fue como pasando la puerta giratoria supimos que habían pagado a un hombre para que podamos ir a por nuestros 36 euros. Vamos más o menos por la mitad de la historia. Voy a contar la segunda mitad.

Me dolía un poco el cuerpo por culpa de las malditas cajas. Hay un control de identidad. No vaya a ser que otros se lleven nuestro dinero.
Digo mi nombre, Luis ya tiene su pegatina: la pegatina que te permite llegar a ser alguien. Sin pegatina no te pagan. Este segundo guardia pasa los folios y no ve mi nombre, por un instante me da miedo no entrar, quiero estar dentro, quiero servir canapés, quiero servir copas. Necesito el dinero. “-Toma” Me encuentra y me da mi pegatina, hay muchas más pegatinas y más gente. Habituados. Saben lo que hay que hacer con ellas. Para nosotros sin embargo, hoy es nuestro primer día, nosotros, simplemente, nos la pegamos al abrigo. Bajo los nombres hay un número, pero no lo miro. Conocemos a un tipo. Tampoco sabe por qué le han hecho dar la vuelta. Es porque también es su primer día. Qué tonto, quería entrar por la boca. Los demás saben. Los demás vienen directamente aquí a por la pegatina.
Es un chaval majo, fuerte, preparado. “-Un amigo me dijo que necesitaban a gente” Necesitan a gente. Nos necesitan. Vamos allá.
En la caverna, hay restos de mundos caídos, entrañas que nunca se ven, decorados de cosas que vemos por la televisión, las heces, el interior es lo que importa.
En la caverna la gente ya se está poniendo el traje de sombra. La función va a empezar. Somos muchos más de lo que pensaba. Hay un montón de chicas que hoy valen al menos 36 euros. Muchas son guapísimas por ese precio. Pero aquí no se viene a ligar, joder.
Le dejo a Luis una camisa negra y nos vestimos de sombras dócilmente. Va a haber una batalla, nos preparamos, somos soldados que esperan. Nada puede parecer trabajado, no, todo es espontáneo. Cuando tú quieres comer, yo estoy justo allí con una bandeja. Es casualidad. Cuando quieras beber, Luis tiene lo que necesitas. El es asi. Son 36 euros. Puro zumo natural.

Empieza la batalla. Es divertido, eres un actor fingiendo que es camarero. Eres un escritor fingiendo que es escritor. Deja el vino, lo que quiere la gente es cerveza. Las copas y la comida están abajo. La batalla arriba. La bandeja pesa sobre tu brazo pero no tanto como para no disimularlo. Disimulo de 36 Kilates. Allí arriba, ¿Los oyes? Está todo Sogecable. Están por una cifra determinada. Se han escondido las preguntas. Están contentos porque los han dejado entrar por la puerta, la de verdad. “-No tienes porque dar la vuelta, pasa”. Son muy parecidos a nosotros. Si, algunos tienen mi edad. La mayoría se lo han ganado, de una manera u otra. Claro que me gustaría estar en su lugar, joder, eso ni me lo preguntes. “-Nadie sabrá si llevas pocas copas o es que te las han quitado. No cargues tanto la bandeja”.
Pero luego se te olvida. Empiezas a currar como una bestia. Tienes que hacerlo. Podrías no hacerlo pero sería peor. Así que te lo vas creyendo, la mente tiene que creérselo, tiene que sobrevivir; así que te entregas, sirves sin reservas. Ellos lo saben: ese es el truco.
“-Quieren ganarse sus 36 euros – Luego querrán más” Hay más ¿quiero más?
Ellos saben que una vez que estas allí vas a currar a tope, es extraño, pero es la única manera de que te sientas bien.

Queda una hora, ya incluso te gusta. Y eso que no puedes más. Trabajar hace que te sientas bien. Ellos lo saben. Cuando esto acabe habremos recogido todo tan rápido que no se sabrá quien ha ganado. Ellos saben que esta mentira cuesta 36 euros. “-Te gustan las gangas?” “–Me encantan, me hacen sentirme vivo”.

Me encontré con una antigua chica de mi colegio mayor. Qué vergonzoso es encontrarte con alguien a quien conoces. Qué vergonzoso es conocer a alguien. No nos dijimos nada que no pudiese ser borrado inmediatamente del registro de las palabras humanas. La cosa se está acabando, lo hemos hecho bien, he tirado una bandeja, me ha molestado cuando Luis se ha reído. Pero el es así, puro, tienes que tomártelo en su pureza: se ríe porque era gracioso joder. Pero tú no conoces a Luis. Sigo: el carnaval se acaba y vuelven los morloks a las catacumbas a por sus verdaderas ropas. No hablé con ninguna chica guapa, y eso que gastamos muchísimas miradas. Luis casi se liga a una azafata doctorándose en estar de pie. A mi me gustaba una de las camareras, pero nada, cuando trabajas mucho se te quitan las ganas de sexo. Te entran cuando llegas a casa. Entonces te masturbas: la vida moderna.

36 euros, 4 horitas, una tarde durmiendo para descansar, desgana sexual, pelo sucio y dolor de brazo. Me siento más cerca del hombre que nunca. Salvadme.

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