Puede permanecer latente durante tanto tiempo, que casi se olvide; puede estar tan reprimido que el hombre supone que está muerto. Pero una noche, está solo en la alegre terraza en casa de unos amigos, y mira un semáforo roído; un día está de pie con la cabeza baja y los ojos húmedos en una playa; o llega la hora en la que se agarra con instinto desesperado a una barandilla bajo la lluvia, y de repente surge de las profundidades ese algo misterioso. Sobrepasa el hábito, hace a un lado la razón y con una voz que no puede ser negada, grita sus interrogantes y su oración.
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