martes, 17 de marzo de 2009

Enlaurarse.

Llegué a casa y me dormí, viendo sombras. Me he despertado un poco confuso, inmóvil cómo esos objetos inanimados que parecen dos veces quietos, sudando sin querer cómo se olvida un amigo de la infancia, y a través de la noche.

He seguido el mapa de nuestros gestos por la cama, las señales que hemos ido dejando, cómo un diccionario del sexo, cómo un itinerario para el deseo. He preparado la maleta y con un cuaderno en la mano he seguido las indicaciones de las sábanas, los caminos de saliva, las carreteras de sangre, los gestos congelados, los gémidos fosilizados, los te quiero mudos, los "quédate" silenciados, los rastros de nosotros. Los pliegues de salitre, los tatuajes de flujo, las estampas cómo restos de felaciones, los linóleos de babas, las litografías vaginales, los haiku seminales, los grabados de orgásmos apotásticos.... Los seres mitológicos que ensartan a un tiempo su vagina su pene y sin desligarse nunca se miran con un solo ojo, Las autopistas de luz que entran por la ventana, las autopsias de caricias, las momias jadeantes, los sarcófagos clitorianos, las tribus del glande y sus escrituras, los restos de civilizaciones menstruadas, los sacrificios carnales, los ritos de palabras, el ahora, todavía, aqui, el instante, el instado, el tonante, el tomado, el que embiste, la chupada, el que insiste, la que clama, el que penetra, la reveleda, el que se ciega, la iluminada, el inventado, la reventada, el dueño, la esclava, el sumiso, la que ama, el miserable, la que amaba, el iluso, la lisiada, el que se entrega, la que se daba, el hombre, la insatisfecha, el gigante, el hada, la mujer, el grito, la que eyacula, el endiosado, la deseada, la reina, el bufón, la diosa, el que adora, la que seduce, el que es ahora, la que le mira arder, él, que la escuchaba, lame sus labios, y ella. Ella que le llama, se prende. Se prende...se pren....se pre... se pr....s pr...

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