martes, 25 de noviembre de 2008

La extrañeza de los caballos de hiedra.

Ayer me dijeron que había muerto un amigo. No tengo ni la satisfacción de que fuera un "amigo". Me explico: no puedo siquiera vivir el dolor entero, merecermelo. Porque era un "conocido": y arrastro ese patético y sin sabor dolor a medias, inacabado, que puede uno concederse sentir por un "conocido". Todas las muertes son absurdas. ¿Pero hay algo más lejano e intenso que la muerte de un "conocido"? 

Lo que más se veía era su sonrisa. No, no, en serio, parece un tópico (los tópicos lo serán por algo) Pero es que yo siempre le vi alegre. Hace relativamente poco me encontré a Jaime, ese es su nombre, Jaime; me lo encontré en el cine, fue agradable, nos saludamos y quedamos en vernos en la salida. Me gustaría hacer de esto algo bonito, pero la realidad es esta: yo me había tomado una pastilla para el estreñimiento unas horas antes, seguro que conoceis las que hacen efecto a las seis horas. Pues esas. Seis horas antes, una vida para el intestino grueso, me tomé la pastilla. Cuando vi a Jaime se me había olvidado la pastilla. Y fue diez minutos antes de acabar la película, cuando sentado solo en el cine, hizo efecto perfecta y abrumadoramente. Aguanté hasta el final y salí disparado a casa. Ya está. Ya lo he contado. No pude verle porque me estaba cagando. Es decir: no pude hablar un rato con este amigo encantador que ahora está muerto, porque me habia tomado seis horas antes una pastilla para un estreñimiento psicosomático. ¿Qué sentido tiene esto?  

No es como cuando se te muere un familiar (quizás: ellos se mueren, no se nos muere nadie como si su vida nos perteneciera) es algo distinto, no, no es, creo,  como cuando se te muere un familiar. Es menos doloroso, si,  pero también tiene menos sentido. La muerte no es imparcial con los conocidos. 

Una niña pequeña me pregunta: ¿Cómo nos vamos a curar la terrible sensación de estar perdiéndonos cosas de la vida?

Corremos como perros locos mordiendo cualquier cosa para sentirnos vivos. Para sentir la arena que se nos escurre, haremos cualquier cosa, saltaremos de un avión en paracaidas, escucharemos Jazz tomando heroína, tocaremos la guitarra, follaremos, daremos grandes discursos, seremos a veces felices.

¿lloras por la muerte de un conocido, o por todas las personas que se te han muerto a lo largo de tus vidas?


Y olvidamos. Como se olvidan los amigos de la infancia, pero yo ahora no quiero olvidar, estoy cansando de olvidar. Por eso lo escribo. Gracias a la muerte recordamos, quizás nuestros recuerdos más alegres se deban a este fenómeno: la muerte. 

*
"En general, por muy bella y profunda que sea una frase, afecta sólo a los indiferentes, pero no siempre satisface a los felices o desgraciados, porque la expresión mas elevada de la felicidad o la desgracia es el silencio. Los amantes se comprenden mejor cuando callan, y un discurso ferviente y apasionado junto a una tumba afecta sólo a los extraños. A los hijos del finado se les antojará frío y trivial.

...Había algo cautivante que llegaba al corazón: la belleza sutil y huidiza del dolor humano, que aún tardará mucho en ser comprendida. También se sentía la belleza en la lúgubre calma. No lloraban: como si se percataran del lirismo de la situación."

Chéjov.


2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

La muerte?? da igual que sea de alguien conocido o no, siempre te llevará a recordar su mejor sonrisa, sus buenas palabras, esos ojos que sin decir nada lo decían todo....
Pero sabes qué?? ya es tarde, muy tarde, tan tarde como que ha llegado la muerte, para decirle que su sonrisa ilumina de alegría tu día, que sus palabras son el aliento que necesitas y que su mirada te persigue hasta cruzarse con la tuya para decirte...Adelante, Estoy aquí,a tu lado, y hoy, te están diciendo: Te Quiero...porque quizás mañana...esté la muerte....y ya es tarde...