sábado, 29 de noviembre de 2008

Vida

La mujer más vieja del mundo.

Siempre ha estado muy alegre y nunca ha dejado de estar ocupada.

Ha sobrevivido a todos sus hijos y a algunos de sus nietos.

...

¿Hay algo de escalofriantemente bonito en eso?

Kidnaping

Encima de un banco hay un libro.

Y nada más. Solo un libro. Quieto. Acechando.

Un hombre se acerca, lo mira, mira a su alrededor y vuelve a mirar el dichoso libro.

Al abrirlo, una nota cae al suelo. 

Dice:

"Te tenemos. Si quieres recuperarte, entregarás un abrazo en pago por tu vida a la primera persona que veas. Te estamos observando, no hagas movimientos sospechosos, ni tonterías. Si llamas a la poesía, no volverás a verte. No nos obligues a darte placer.

Atentamente, tus secuestradores"


Dicen que andan muy ocupados, estos secuestradores.

martes, 25 de noviembre de 2008

La extrañeza de los caballos de hiedra.

Ayer me dijeron que había muerto un amigo. No tengo ni la satisfacción de que fuera un "amigo". Me explico: no puedo siquiera vivir el dolor entero, merecermelo. Porque era un "conocido": y arrastro ese patético y sin sabor dolor a medias, inacabado, que puede uno concederse sentir por un "conocido". Todas las muertes son absurdas. ¿Pero hay algo más lejano e intenso que la muerte de un "conocido"? 

Lo que más se veía era su sonrisa. No, no, en serio, parece un tópico (los tópicos lo serán por algo) Pero es que yo siempre le vi alegre. Hace relativamente poco me encontré a Jaime, ese es su nombre, Jaime; me lo encontré en el cine, fue agradable, nos saludamos y quedamos en vernos en la salida. Me gustaría hacer de esto algo bonito, pero la realidad es esta: yo me había tomado una pastilla para el estreñimiento unas horas antes, seguro que conoceis las que hacen efecto a las seis horas. Pues esas. Seis horas antes, una vida para el intestino grueso, me tomé la pastilla. Cuando vi a Jaime se me había olvidado la pastilla. Y fue diez minutos antes de acabar la película, cuando sentado solo en el cine, hizo efecto perfecta y abrumadoramente. Aguanté hasta el final y salí disparado a casa. Ya está. Ya lo he contado. No pude verle porque me estaba cagando. Es decir: no pude hablar un rato con este amigo encantador que ahora está muerto, porque me habia tomado seis horas antes una pastilla para un estreñimiento psicosomático. ¿Qué sentido tiene esto?  

No es como cuando se te muere un familiar (quizás: ellos se mueren, no se nos muere nadie como si su vida nos perteneciera) es algo distinto, no, no es, creo,  como cuando se te muere un familiar. Es menos doloroso, si,  pero también tiene menos sentido. La muerte no es imparcial con los conocidos. 

Una niña pequeña me pregunta: ¿Cómo nos vamos a curar la terrible sensación de estar perdiéndonos cosas de la vida?

Corremos como perros locos mordiendo cualquier cosa para sentirnos vivos. Para sentir la arena que se nos escurre, haremos cualquier cosa, saltaremos de un avión en paracaidas, escucharemos Jazz tomando heroína, tocaremos la guitarra, follaremos, daremos grandes discursos, seremos a veces felices.

¿lloras por la muerte de un conocido, o por todas las personas que se te han muerto a lo largo de tus vidas?


Y olvidamos. Como se olvidan los amigos de la infancia, pero yo ahora no quiero olvidar, estoy cansando de olvidar. Por eso lo escribo. Gracias a la muerte recordamos, quizás nuestros recuerdos más alegres se deban a este fenómeno: la muerte. 

*
"En general, por muy bella y profunda que sea una frase, afecta sólo a los indiferentes, pero no siempre satisface a los felices o desgraciados, porque la expresión mas elevada de la felicidad o la desgracia es el silencio. Los amantes se comprenden mejor cuando callan, y un discurso ferviente y apasionado junto a una tumba afecta sólo a los extraños. A los hijos del finado se les antojará frío y trivial.

...Había algo cautivante que llegaba al corazón: la belleza sutil y huidiza del dolor humano, que aún tardará mucho en ser comprendida. También se sentía la belleza en la lúgubre calma. No lloraban: como si se percataran del lirismo de la situación."

Chéjov.


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Lejana Julieta.

Hoy echo de menos. Sin dibujar del todo el qué, echo de menos. Echo de menos las manillas de los alfileres y las asas de los platos. También te echo de menos a ti, todas las mujeres que he amado. Echo de menos una infancia diferente - qué se yo - el bigote que nunca tuve. Me da por echar y lo echo todo, como un vómito. No esperaba escribir "vómito", pero algo hay, para qué negarlo. Hoy echo de menos las fotos en las que no salgo: la poesía barata. Echo de menos las hamburguesas, los perros de cinco patas. Hoy echo de menos dormir a tu lado, y me pregunto si tú me echaras de menos.

Hoy es uno de esos días. Blancos.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Fever

Tengo fiebre. Pero estoy mejor.

Me gustaría aprovechar para saludar a mi Padre. Hola Papá. Susan, hola Susan. (en público prefiere que lo llame Susan) y a mi hermano, Tito. Un genio de las matemáticas. Sal de tu cuarto Tito.

Ya estoy listo.

*


¡Atención! ¡Atención!  ¡ehhhhhhhh! ¡Atencion!

*

Ya no recuerdo porque quería que me prestarais tanta atención.

jueves, 13 de noviembre de 2008

A ángela.

Al hilo de lo anterior...

Una chica y una guitarra. He de admitir que me ha apetecido mucho acercarme por tus omoplatos y susurar en tu piel algo cálido, surcar tu cuello con los labios, como remos de sal y hacerle el amor a tus pestañas. (se sonrojan los códigos de barras) Luego me han dado ganas de sujetar tus hombros con ambas manos y besarte la espalda hasta que se afinase - por puro decoro - la guitarra, celosa de tus curvas por las que deslizarme como un truco de magia. Y luego acabar en tu pie, y tomarme un tiempo para tomarnos un té y taparte con mis dientes que saben francés y muerden tu alma.

Quizás no sea un caballero, ni siquiera una cabellera, aunque entiendo que la extrañeza de los caballos hiedra, cueste rupias y más rupias, y entiendo la velocidad de los jardines, y el apego de las peceras, y entiendo porque rugen los melones y a veces -pero no vamos a tener miedo - los cuchillos son baritas asesinas - y las atenas parabólicas lirios modernos. Pero por encima de eso estan tus omoplatos.

Allá voy

Nunca voy a olvidar el 13 de noviembre de 2008, el dia en que me convertí en un hombre de fé. Un hombre mágico.

Las antenas parabólicas nos miraban como los lirios de la modernidad.

Las pelusas dejaron de ser ideas para no limpiar.

Los insultos olían (ya puedo olerlos) a amor desordenado.

Las tazas de café me sonríen como cíclopes de una oreja.

 Descubro que una tetera es un espejo con nombre sensual.

 Tu “hasta luego” era sexo comedido.

 Ahora: Los códigos de barras saben a pestañas aplastadas. Los azucarillos saben a geometría dulce. Un paso de cebra sabe a desaparición.

 Los ascensores son confesionarios móviles. El mío seguro.

 Un servilletero es un aspirante a percusionista. Les mando todo mi ánimo, seguro que lo conseguiran.

 Los cuchillos son baguetas asesinas. Pero no queda miedo.

*



martes, 4 de noviembre de 2008

Una vida.

A Andrea. Para que se inspire.


Imaginen una calle tranquila, poco iluminada. Imaginen en un edificio de esa calle, una escalera, y a sendos lados de la escalera, cuelgan cientos de cuadros con imágenes de mi vida. Pero continúen, no se detengan por esto, suban los peldaños, deprisa,  y sigan por un pasillo lleno de puertas. Una espesa alfombra absorbe el ruido de vuestro zapatos. Deténgase frente a la puerta de uno de esos cuartos y quédense quietos, lo suficiente como para oír unos gemidos. Ahora abran la puerta, y penetren la oscuridad del cuarto, colóquense frente a la cama. Allí, hay dos cuerpos desnudos, derramados el uno en el otro, jadeando en la penumbra como animales. Esas personas son mis padres. O lo serán dentro de poco.

Recuerden por favor como son, recuerden cada detalle, yo ya no los conoceré nunca.

 

           II.

 

Yo no quería tener una hija. Si hubiera querido tener una hija, nunca habría leído ese maldito anuncio en ordenador. “Cobre por estar embarazada. Nosotros nos encargamos del niño” Eso decían. Me venía al dedillo. Te lo he dicho, yo no quería niños. Necesitaba dinero, eso si, pero no soy de esas mujeres que van por ahí ilegalmente teniendo hijos, no; respeto la ley. Me habían hablado del mercado negro, pero nunca creí que era eso, no sé, nunca pensé que era tanto. Algunas de mis amigas me habían hablado de lugares, sitios al borde de ciertas carreteras, a los que se iba a tener niños, había escuchado historias; pero yo nunca pensé que caería tan bajo. Si lo hice, fue por dinero, porque tenía que hacerlo.

Quedamos en una habitación, todo muy profesional. Llevaba meses leyendo como se hacía en un libro descatalogado que había conseguido que me mandara secretamente, la Organización Prenatal. No era que quisiera tener nada que ver con esa gente, y si, era peligroso, pero como digo, necesitaba el dinero. Había leído todo eso de los labios, de las piernas, los sonidos que hay que ir haciendo, me lo había estudiado todo.

“-Eres muy hermosa” Oí que decía él en la penumbra.

Era la primera vez que me insultaban. Mientras él me acariciaba suavemente, me esforzaba por pensar en el dinero. Pensé que iba a ser terrible,  por el Gran Clítoris, incluso pensé que ese hombre estaba enfermo cuando me susurró a media voz: Te quiero.

No fue doloroso, sé que está mal, pero no fue horrible, sé que lo que he hecho es imperdonable, pero no fue… desagradable.

No he podido olvidar esa noche, sus llantos y sus abrazos en la oscuridad cálida del cuarto. Ahora conozco la palabra “padre”, tu padre, no puedo olvidar los sollozos de tu padre.

Cambiaría todo ese dinero si me dejaran volver a verte, mi niña, si lees esto, tienes que saber que lo devolvería. Te estoy buscando.

 

Tu Madre.

(ahora conozco esa palabra)