jueves, 13 de noviembre de 2008

A ángela.

Al hilo de lo anterior...

Una chica y una guitarra. He de admitir que me ha apetecido mucho acercarme por tus omoplatos y susurar en tu piel algo cálido, surcar tu cuello con los labios, como remos de sal y hacerle el amor a tus pestañas. (se sonrojan los códigos de barras) Luego me han dado ganas de sujetar tus hombros con ambas manos y besarte la espalda hasta que se afinase - por puro decoro - la guitarra, celosa de tus curvas por las que deslizarme como un truco de magia. Y luego acabar en tu pie, y tomarme un tiempo para tomarnos un té y taparte con mis dientes que saben francés y muerden tu alma.

Quizás no sea un caballero, ni siquiera una cabellera, aunque entiendo que la extrañeza de los caballos hiedra, cueste rupias y más rupias, y entiendo la velocidad de los jardines, y el apego de las peceras, y entiendo porque rugen los melones y a veces -pero no vamos a tener miedo - los cuchillos son baritas asesinas - y las atenas parabólicas lirios modernos. Pero por encima de eso estan tus omoplatos.

1 comentario:

M.M dijo...
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