sábado, 10 de enero de 2009

Aventura.

Estaba sentado en el café de siempre, y le aborda una chica. Morena, curvas de infarto. De las que se van como una insinuación.

Le dice:

-¿Estás solo?

-Ahora no tanto.

Rie.

-¿Me puedo sentar?

Mira a su alrededor: no quedaban más mesas libres, y él ocupaba una con dos sillas. En la que no estaba él, sentaba a su abrigo.

-Si logramos quitar los despojos del anterior. Le dice.

-¿Del anterior qué?

-Del anterior que se enamoró, creo.

-¿Vives cerca?

No parecía intimidarle.

-¿Es importante? Dijo él fingiendo confusión.

-Ahorraríamos tiempo.

-Si te digo: muy cerca ¿Qué haríamos con todo ese tiempo?

-Podríamos descubrir que voy vestida con los despojos del último que no quiso llevarme a su casa.

Sabía atacar.

Le miró el vestido que llevaba como pintado y dijo:

-No me intentes convencer de que eso que llevas puesto es de un hombre porque lo que vistes le quedaría ancho a batman.

-¿Quien dice que fue un hombre?

-Uh. Pobre insensato.

Fueron a su casa. Al abrir la puerta, se confesó.

-Una cosa: róbame plantas, llévate mis corbatas, pinta en mis libros, parte mis guitarras, pero cuida de dejar mi corazón en el estado en el que te lo encontraste al llegar.

Y la cogió entre los corazónes de sus brazos, riendo de miedo. Ella le dijo: "no te enamores". Y él contestó: "descuida".

Fue a por dos vasos de agua.

-Gracias. Silbó.

-No es que sea un caballero, es que soy un hombre sediento.

Estuvieron juntos lo que dura la noche cuando se ama, que no es mucho.

Fue una noche cerca de aqui, desde dónde escribo. Y jamás se volvieron a ver.

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